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A veces se siente vergüenza por el género humano. Sobre todo cuando del dolor de una familia, de un crimen sin nombre se hace uso perverso para perjudicar al país, a sus habitantes y a sus autoridades. Hay personas que desde el morbo, el odio y hasta la sinrazón hablan y exponen sus fobias en las redes sociales y en ciertos medios de prensa. Ya no tiene nombre el hecho de que se inventen videos, testimonios o falsos documentos para endilgar la supuesta responsabilidad de un asesinato. Ni siquiera ha concluido la etapa indagatoria y ya hay decenas de supuestos periodistas y testigos señalando culpas y hasta veredictos sobre las causas y pormenores de la muerte de las dos jóvenes argentinas. Por favor, no inundemos de odio nuestra convivencia y hagamos de este caso un motivo para reflexionar sobre el respeto al ser humano y a la vida, por sobre otras razones de índole política o electoral. Mucho más si se trata de medios de comunicación, actores políticos o supuestos analistas. El mejor aporte para aclarar este crimen es abordar su investigación con respeto en memoria de las dos chicas argentinas. (O)