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Siria es un polvorín. Pero la guerra empeora por la intervención de las potencias, cada una con sus intereses de por medio. Cuando los líderes mundiales afirman que “el destino del país árabe está en las manos de sus ciudadanos” mienten.
Estados Unidos, Rusia, Irán, Turquía, Arabia Saudí, Catar, la Unión Europea, apoyan a un bando; no solo de palabra, sino económicamente y con armas. Eso agrava el conflicto y ata de manos cualquier mediación.
Ayer Washington derribó un avión sirio lo que ocasionó un airado reclamo de Moscú. A eso se suma el factor Trump: el presidente, acorralado por una crisis interna, busca oxígeno en el extranjero.
La paz llegará a Damasco solamente cuando las potencias se retiren y se alíen contra el verdadero enemigo: el Estado Islámico, porque esta agrupación ha atacado a todos los países sobre el terreno. El conflicto sirio en realidad es una gran incongruencia de lo que mal se denomina derecho internacional. (O)