Hubo una enorme voluntad de las dos partes. Y son esas voluntades que adquieren un peso histórico específico por el futuro advertido y por despojarse de lo más sentido de sus aspiraciones grupales, para pensar en la nación ante todo.

Cuando se iniciaron las conversaciones de paz muchos agoreros de la desgracia colocaron el tema en una tumba. Quizá con la misma intención con la que han sostenido la guerra o la estimulan para no dejar de cosechar riquezas a costa de miles de muertos.

Ahora, cuando los resultados son producto de la política, en el mejor y más sentido espíritu de la palabra, no faltan los mismos agoreros anunciando que la participación de los guerrilleros generará más violencia. Y son ellos los que han testimoniado la efectiva presencia de exguerrilleros en algunas alcaldías, diputaciones y gobernaciones para construir otros procesos ciudadanos con absoluta responsabilidad y sin echar un solo tiro.

Sin la enorme visión y voluntad pacifista de Juan Manuel Santos, no habría sido posible, ni siquiera imaginar, el proceso desarrollado en La HabanaPor supuesto que es una buena noticia para toda la región y para nuestro país en concreto. Superada la época de guerra, lo mejor que podemos hacer ecuatorianos y colombianos es consolidar una integración y una hermandad plenas para favorecer el intercambio comercial, cultural y el fortalecimiento de las relaciones políticas sin el escollo de una guerra enloquecida y financiada para llenar los bolsillos de unos pocos.

No cabe duda que la predisposición de las FARC para impulsar este proceso, cediendo incluso en algunos temas espinosos, crea las condiciones para una nueva etapa política democrática y abre otra en su propia vida interna.

En cambio, el mayor éxito se lo lleva Juan Manuel Santos, presidente constitucional de Colombia. Sin su enorme visión y voluntad pacifista, venciendo los obstáculos de algunos de sus excompañeros y de fuerzas políticas reaccionarias, no habría sido posible ni siquiera imaginar el proceso que se ha desarrollado en La Habana en estos últimos meses.

Para nada es fácil todo lo que viene o se advierte en el corto plazo. Por la reacción generalizada, este acuerdo siempre será una enorme prueba para los colombianos. Por un lado los guerreristas crearán las condiciones para sembrar terror y miedo. Por otro, hace falta una fuerte combinación de inteligencia y creatividad para alimentar de paz cada paso y decisión.

La política, a veces, es el arte de lo imposible. Y por lo visto en los colombianos, eso estimula algo más: tener por delante una nación creciendo pacíficamente para acabar con la  pobreza. Ese será otro de los retos urgentes de toda Colombia.