En varias declaraciones y hasta insinuaciones determinados sujetos políticos insisten en una suposición: todo está listo para un fraude, en las elecciones de febrero de 2013. Y con base en ese argumento sostienen que solo los observadores extranjeros pueden dar cierta garantía para quienes aspiran a la Presidencia de la República y a curules en la Asamblea Nacional.

Partir de esos presupuestos, sin pruebas, con base en prejuicios, sí genera inestabilidad, incertidumbre y desconfianza. ¿Con qué propósitos? ¿Qué existe detrás de todo esto? ¿El mismo argumento utilizado por actores políticos venezolanos?

Los observadores internacionales tienen un lugar destacado en todo proceso electoral. Los delegados ecuatorianos que asisten a elecciones en otros países jamás llegarían a determinar de antemano que se prepara un fraude o  advertir sobre resultados a favor de uno u otro grupo político.

La observación internacional se asegura de que los procedimientos asumidos con soberanía por cada país se cumplan, que las condiciones sean favorables para elecciones pacíficas y con las reglas claras. Y tampoco hay observadores de primera o segunda categoría para que los sujetos políticos escojan unos en detrimento de otros. Todos los que vengan y ayuden a fortalecer los procesos electorales solo tienen una obligación: informar al mundo de las condiciones reales en que ocurren los comicios. En Ecuador, desde hace seis años, hubo nueve procesos electorales y en todos jamás un observador internacional ha elevado un informe que nos ponga en ridículo, con vergüenza o bajo sospecha mundial.

Entonces, no hay que insistir en sofismas, y menos en ficciones. Hasta ahora los mismos candidatos, con inscribirse, hacen una promesa de confianza en el proceso y las autoridades electorales.