Hacerle un desplante al Banco Mundial ha sido como insultar a Dios, para algunos medios, en particular para el diario argentino La Nación y sus acólitos del Ecuador. Como un “becerro de oro”, el Banco Mundial solo acepta de ciertos medios alabanzas, oraciones y, por supuesto, genuflexiones, sin ningún beneficio de inventario para sus lectores, y menos para sus naciones, que ya no se pasan ruedas de molino.

Claro, en el caso nuestro, con tal de que otro medio, sea El País, de España, La Nación, de Argentina, el que hable mal del Mandatario ecuatoriano, enseguida es motivo de regocijo, a tal punto que reproducen ciegamente esos textos, sin considerar las razones, los argumentos y hasta las evidencias históricas para ese supuesto “vergonzoso” desplante.

Ese diario argentino es uno de los grandes derrotados en la última elección presidencial donde ganó abrumadoramente Cristina Fernández. Hizo de todo para desdibujar su prestigio, para apelar a ciertos valores conservadores y hasta moralistas, sin descartar la falsedad de los datos de la economía y la vigencia de una estabilidad económica y política.

Ese mismo diario es el que ahora sale a poner dar la cara por el Banco Mundial porque el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ha tenido la osadía de tocar al “becerro de oro”, causante, entre otras cosas, del modelo económico y de las recetas económicas que hundieron las economías de América Latina y ahora son la causa de la debacle europea.

Apela ese diario, y sus acólitos ecuatorianos, a la cortesía. Tamaña vergüenza para el periodismo que periodistas y diarios nos hablen de cortesía y buenos modales con quienes, con guante blanco, llegaron a nuestros países a imponer, a puerta cerrada y bajo el sigilo y protocolo de las autoridades de turno, fórmulas para enriquecer a unos pocos, violentar la soberanía y garantizar los negocios de las grandes transnacionales.

Los periódicos estamos para ofrecer información veraz y no alabanzas a quienes nos hundieron en la pobreza y ahora se muestran como salvadores.