Que 188 países voten a favor de eliminar el bloqueo criminal contra Cuba es una muestra de que EE.UU. no solo pierde prestigio por esa aberrante medida que afecta a más de diez millones de cubanos, dentro y fuera de la isla, sino que su política exterior quedó congelada por la guerra fría y por ese afán hegemónico de decirle al resto del mundo cómo debe vivir y cómo debe gobernarse.
Que un país supuestamente pequeño como Ecuador pueda establecer relaciones horizontales con países “enormes” como Rusia, China, Irán, Bielorrusia, Alemania, Francia, Venezuela, Argentina y Brasil, prueba cuánto puede modificarse en el imaginario internacional un comportamiento a partir de una actitud y política absolutamente soberanas.
La multipolaridad y las soberanías que ejercen países como el nuestro diseñan el panorama de un verdadero cambio de época
Que algunos compatriotas vayan en peregrinación a la CIDH, empujados por la Aedep y Fundamedios, para santificar a ese imperio ideológico y financiero que estimula toda clase de desestabilizaciones bajo el manto de las “libertades” también evidencia que muchos aspectos de la política todavía pasan por ese rasero del interés particular, sometimiento a polos dominantes, financiamientos muy bien camuflados y unos postulados a favor del gran capital y no de la multipolaridad, que es la corriente de la que hablarán con mucho sentido los historiadores en los próximos decenios.
Que la economía mundial ya no dependa de los dictados del FMI y del Banco Mundial, sobre todo porque hay países y líderes regionales que piensan con cabeza propia, para satisfacer a sus pueblos y no a las cuentas de unos cuantos millonarios, pone por delante una nueva realidad: el desarrollo y progreso ya no dependen de los supuestos paradigmas del norte.
Que una transnacional petrolera sienta el peso contundente y candente de un país soberano y con ello concite el mayor financiamiento para supuestos analistas y acólitos por todo el mundo es una evidencia de que es posible vencer a todos aquellos poderosos que solo eran tales porque confiaban en su billetera para someter a la opinión y a las políticas gubernamentales, como ocurrió en Ecuador en el pasado.
La multipolaridad y las soberanías que ejercen países como el nuestro de verdad diseñan el panorama de un real cambio de época. No cabe duda de que la lucha es dura y debe ser sostenida con mayor creatividad y firmeza colectivas, pero se han dado los primeros pasos y es evidente que, en adelante, ni los OTAN ni los “Chicago boys” serán quienes nos digan lo que tenemos que hacer para asumir las responsabilidades históricas de esta nueva época.