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Un experto chileno lo llama ‘turismo de desastre’. Y también podríamos llamarlo vanidad o narcisismo. Aquello de ir a la zona de desastre a tomarse fotos o a esperar que la prensa le entreviste en su acto caritativo dice mucho de quienes van con otros propósitos, y no precisamente a brindar apoyo fraterno. Tampoco se trata de donar lo que estorba y aprovechar la ocasión para deshacerse de lo viejo o lo inservible. La solidaridad es otra cosa y, sobre todo, no requiere de exhibiciones ni mucho menos protagonismo. De hecho, la solidaridad es anónima y se la practica con el mayor respeto a las víctimas. Si algo debemos desaprender es esa pésima pedagogía mediática de que todo debe tener una foto, un paladín o un alma caritativa. Atravesamos uno de los más dolorosos momentos de nuestra historia y lo que menos necesitamos aquí son seres con posturas ‘heroicas’.
Tras una semana del sismo, ahora corresponde trabajar entre todos para la atención a las víctimas y la reconstrucción. Todo ello necesita los mayores esfuerzos, la mejor capacidad y entrega desinteresada y anónima. (O)