Estimula y congratula leer todos los mensajes para el nuevo año, desde distintos actores y sectores. Todos apelan a la armonía y a la fraternidad. En cada uno, sin importar ideologías, hay un cálido afán de que nuestro país salga adelante, superar todo obstáculo que impida el bienestar común y, al mismo tiempo, afirma la necesidad de la unidad nacional como soporte para cualquier adversidad.

Si ese es el tono de la campaña electoral y de los trabajos en común -y en particular los que debemos afrontar los próximos doce meses- este país  tendrá asegurado no solo ese bienestar sino, además, una convivencia democrática plena.

Lo más importante es que los objetivos nacionales sean una convocatoria a la sabiduría de todos. No importa si tienen título o carrera académica, si están con el Gobierno o en su contra, si tienen plata o están endeudados, si se es joven o viejo, hombre o mujer. Aquí lo fundamental es que con cada sabiduría contribuyamos a consolidar un proceso económico, político, social y/o cultural para no solo sentirnos orgullosos de la patria, sino también  de que las nuevas generaciones aseguren una calidad de vida por fuera de la lógica del mercado y el consumo apabullante que se reflejó todavía en las fiestas que acabamos de pasar. A todos nos interesa la sociedad del Buen Vivir, en la que cada uno, haciendo lo que mejor sabe, sienta orgullo de que su vecino y compañero se beneficia con su trabajo.

Ojalá en  2014 la evaluación del año que empezamos sea tan positiva como la que se hizo del que dejamos atrás. Si el camino está trazado, lo más importante es que las autoridades que nos gobiernen este año y la ciudadanía toda se empeñen en hacer el mejor año de nuestra historia. Y eso ni es difícil ni complejo, solo se necesita la generosidad y la sabiduría colectivas que hemos aprendido a usar en el último lustro.