Las cuentas nacionales de Ecuador están a la vista de todos y desde ellas se puede realizar un análisis objetivo de la actual situación económica. Y si hay interpretaciones son solo desde las particulares concepciones para conclusiones de toda clase. En esas cuentas se dibuja nuestra realidad, y no es que estamos en quiebra o en la bancarrota, como nos quieren colocar algunos actores políticos con afanes claramente proselitistas.

Nadie niega la realidad ni debe ocultar las dificultades, que no son por nuestra exclusiva responsabilidad. Al contrario, estamos sufriendo el efecto de un impacto durísimo en el sector externo. Y siendo así, las cuentas nacionales nos indican hasta dónde el peso de la coyuntura corresponde a causas y factores que no podemos controlar, regular o modificar.

Y frente a todo eso ahora saltan al terreno del debate político en el escenario mediático la angustia desde el sector privado por la ausencia de liquidez, por la pérdida de empleo y todas las dificultades que ahora se achacan al Estado. Parece normal escuchar ahora que ese sector no tiene cómo afrontar esta coyuntura por cuenta propia. ¿Y los años pasados de qué vivían? ¿Los empresarios, grandes y pequeños, los comerciantes y banqueros solo estuvieron bien por su propio esfuerzo y ahí no tuvo nada que ver el rol del Estado, la estabilidad política y las políticas públicas?

Ahora resulta que muchos de los que más se quejan son quienes vivieron muy dependientes de este nuevo escenario social y económico. Y ahora despiden empleados y trabajadores de sus empresas echando toda la culpa al Estado. De una u otra manera se beneficiaban de los precios altos del petróleo y mientras ello ocurría tenían el descaro de hablar mal del Estado y del manejo económico.

Incluso ahora, el producto provechoso de esos precios altos están a la vista y se evidencian en muchas obras al servicio de los propios empresarios y se quejan. Si hay buenas carreteras, puertos y aeropuertos, ¿no son para que se transporte la producción industrial y se mejore el comercio?

Pero ahora resulta también que el ahorro interno no cuenta. Hay algunos analistas que desdicen del ahorro interno. Lo hacen desde una mirada fundamentalmente contable: la liquidez solo existe en la medida que ven plata en sus bolsillos o en sus cuentas y desconocen que ella nace también de la producción que se beneficia de la obra pública y de las políticas y la estabilidad.

Y si ellos creen que la iliquidez que supuestamente nos agobia ahora solo es culpa del Estado porque ya no recibe dinero por el petróleo, la obvia pregunta es: ¿por qué se quejaron todos estos años y hubo liquidez, recursos, contratos de toda clase y el desarrollo mismo del país que expresan las cuentas nacionales de las que hablamos al principio?

A todo eso se añade otro lugar común: si hubo plata, ¿por qué se endeudó el país? Pregunten a cualquier empresa, consultoría o analista quién no se endeuda para desarrollar proyectos estratégicos, de gran envergadura. Si esos empresarios no supieron ahorrar en estas épocas, no digan ahora dónde están las responsabilidades. (O)