Si hay cambios que ocurren con un sentido histórico, trascendente y que conllevan un enorme sentido simbólico, merecen la atención y la reflexión de lo que se ha dado en llamar opinión pública. Y eso se puede apreciar en la realización de la “I Asamblea Ciudadana Plurinacional e Intercultural para el Buen Vivir” que termina sus labores hoy en la ya legendaria ciudad de Montecristi, cuna de Eloy Alfaro y de la Constitución que rige a los ecuatorianos.
Mucho se habla de la participación ciudadana y poco se destaca cuando las organizaciones sociales asumen roles y retos para generar políticas y acciones sociales para el mejoramiento de la calidad de vida y, por qué no, de la política.
Los delegados tienen un elevado espíritu patriótico al asumir esas responsabilidades públicas y no solo someter su gestión a las agendas particulares de determinados grupos políticos que han controlado buena parte de esas organizaciones.
En la práctica, aunque suene a eslogan, el poder popular se hace realidad día a día. No es un mero aplauso sino una constatación de que en ese escenario se vislumbra lo que para muchas organizaciones y partidos de izquierda era una demanda postergada. Ahora, a partir de esas tareas conjuntas del Estado con las organizaciones sociales, se puede afirmar un modelo de desarrollo desde nuestras propias perspectivas y visiones.
No faltarán quienes digan que solo son aliados del Gobierno, pero esas mismas personas deberían preguntarse por qué esos “aliados” trabajan de modo mancomunado con el Estado y no se enfrascan en la oposición inútil.
Por lo visto, esta I Asamblea marca un hito histórico y su evaluación y rendimiento políticos serán evidenciados en el devenir con mucho sentido crítico y con la acogida del mandato que de ella surja.