Lo más importante del proceso judicial de Quinsaloma es si un asambleísta es inculpado o declarado inocente. Las cámaras van detrás de él (hasta el baño) como si fuese la víctima. Y él mismo aprovecha toda esa “generosidad periodística” para echar un manto sobre algo que no puede tener ni perdón ni olvido: el asesinato a casi toda una familia -aparentemente por disputas sentimentales- de la manera más atroz, macabra y con toda la trama de un delito bien fraguado.

Supongamos que el asambleísta es inocente. ¿Y los deudos de las víctimas por eso deben quedar sin justicia? ¿Por qué la prensa, muy puntillosa con otros casos, como el de Glas Viejó, no lo ha sido con la forma en que se asesinó, violó, masacró a la familia de Quinsaloma? ¿Por qué ayer no reprodujeron el testimonio de una de las hijas que quedó viva y contó cómo fue que se construyó el crimen a partir de lo que ella escuchaba de las disputas de su padre con su madre, desde las presiones de la supuesta amante del asesinado y también ahora del asambleísta en mención?

Una niña de 14 años describe detalles y la prensa se concentra en el abogado (candidato de un movimiento de izquierda) con su defendido (el candidato del partido de Lucio Gutiérrez). Esa adolescente describe todo el oprobio del hecho y, entre lágrimas, relata cómo encontró a su madre, pero lo más importante en los noticieros era si el asambleísta iba al baño acompañado por la Policía.

La justicia está ahí para sancionar a todos los responsables del horrendo crimen, pero la prensa está ahí para llevar a sus audiencias su sentencia. ¿Cuando unos hablan de meter mano a la justicia hay otros que meten mano en los procesos para hacer justicia con prensa propia? ¿Vamos a tener una prensa responsable con la familia de Quinsaloma o con un candidato asambleísta?