Se dijo en esta misma columna: no vamos a tapar ni mucho menos mentir sobre la supuesta violación a una menor de edad por parte del director de una escuela, que es el padre de un ministro de este Gobierno. Y ayer, en rueda de prensa, se “conoció” (¿por fin para la prensa?) que ese ministro nunca vivió con su padre, que la atención a la niña no ha faltado y que no hay ningún tipo de injerencia en el proceso judicial.

Lastimosamente, los medios que de este caso han hecho “fiesta” nunca buscaron la verdad, siempre hicieron show y escarnio público, sin considerar que  lo que hacían revictimizaba a la menor de edad. Buscaban era atacar a un funcionario público y con ello afectar la imagen del Gobierno. Y para ello hicieron entrevistas a abogados que ahora buscan protagonismo, a supuestos analistas que solo apuntan en una dirección: perjudicar la imagen del ministro y “aniquilarlo” públicamente.

¿Por qué los medios no hicieron su trabajo responsablemente, pensando en la niña y no en su hambre de odio hacia un funcionario público? ¿Cómo le van a explicar a sus audiencias que todo lo publicado no contó con la contextualización necesaria y se hizo sobre la base de las presunciones de abogados de la oposición? ¿Podrán mirar hacia adentro con la absoluta autocrítica para saber hasta dónde hacen verdadero periodismo o solo oposición mediática?

Por todo ello, esperemos que esto sirva como  acicate para la concepción misma del periodismo que se hace en estos tiempos y también una pista o indicio de lo que se avecina con la campaña electoral. ¿Los medios comerciales van a servir de plataforma “denunciadora” de la oposición? ¿No fue lo de la niña violada un “estímulo”, desde abogados y medios opositores, para generar una corriente mediática para linchar a un ministro? Ojalá la madurez prime y la búsqueda de la verdad sea la razón de ser de un oficio digno y sensato.