Lo anticipó en un diario quiteño el miércoles pasado y ahora reside en Miami. No afrontará a la justicia ecuatoriana y el juicio quedará detenido. En otras palabras: no se podrá hacer justicia, ni a favor ni en contra de él, por el delito que se le imputa.

Los argumentos para irse del país se sostienen en la misma postura, a ratos descabellada: en Ecuador hay una persecución política y la justicia, según él, lo va a sentenciar. Bajo ese esquema de pensamiento, Emilio Palacio revela dos cosas que no están en discusión.

Primero: No tiene argumentos para demostrar que la razón del juicio es inaceptable. No hay nadie, menos periodistas responsables a favor o en contra del Gobierno, que defiendan el editorial que lo llevó al juicio. Y si se consideraba un patriota y ciudadano en defensa de la democracia, debió afrontar democráticamente sus responsabilidades.

Segundo: La fuga, para declararse exiliado o perseguido, le garantizará una plataforma política precisamente en Estados Unidos, donde han ido a parar los banqueros y políticos corruptos con procesos judiciales. Desde ahí podrá ser la bandera de la derecha más recalcitrante, porque no hay una sola voz de las izquierdas que lo considere su mártir o compañero.

¿Qué le impidió a él y al diario del que fue su editor de opinión rectificar? Si ya hubo una aceptación del error cometido, cuando los propietarios del diario ofrecieron un espacio para que Rafael Correa haga su rectificación, ¿no fue el momento para asumir la postura más decente y reconocer la equivocación?

Su huida a Miami desdice, además, una supuesta trayectoria en la izquierda nacional cuando fungió de fundador del trotskismo ecuatoriano. Y con ello prueba que, por encima de la verdad, lo que estaba en juego era su actoría política porque odia al Gobierno, lo que demostraba en cada uno de sus editoriales y los que escribía a nombre del diario El Universo.