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La educación tiene que continuar y todos debemos apoyarla

30 de agosto de 2020

Piensen en lo que es más importante para ustedes. Si tienen hijos o hijas, su educación seguramente será una prioridad. Y así debe ser en cualquier situación y más aún en una emergencia como la que vivimos por el COVID-19 y que afecta a más 4,5 millones de estudiantes en Ecuador.

Así como las familias juegan un papel fundamental para que la educación continúe, en los últimos meses nos hemos dado cuenta, aún más, de la importancia de los profesores en la vida de los niños, niñas y adolescentes.

Por otra parte, es necesario reconocer el esfuerzo de las autoridades educativas para adaptar el currículum a la emergencia y responder a ella en un contexto tan desafiante. Nosotros, desde el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), hemos estado apoyando al Ministerio de Educación (MINEDUC) en temas como las plataformas virtuales, televisión y radio, acompañamiento pedagógico y psicosocial, conectividad o educación intercultural bilingüe.

La premisa principal de la educación en emergencia es que su continuidad permite que los niños y sus familias tengan un mayor sentido de normalidad. En cualquier modalidad, lo fundamental es que se mantenga el contacto entre docentes, estudiantes y familias para monitorear logros en aprendizaje y conocer su situación de salud física y emocional. En este sentido, el 47,3% de estudiantes ha mantenido contacto diario con su profesor (UNICEF y Edupasión, 2020) y un 29,6% recibió su apoyo psicoemocional (UNICEF y MINEDUC, 2020). Esta es una muestra de que vamos por buen camino, pero es necesario fortalecer aún más esa relación. 

Hemos aprendido de emergencias humanitarias previas que cuanto más tiempo permanezcan los estudiantes fuera de las escuelas (268.000 en Ecuador pre-pandemia), mayor es el riesgo de que nunca regresen, especialmente los más vulnerables. 

No queremos que este número se incremente. Es por esto que seguimos trabajando junto con las autoridades nacionales y la sociedad civil en un plan para que la educación continúe y que contempla el retorno a la escuela de forma paulatina y únicamente cuando existan las condiciones biosanitarias para hacerlo. Esta iniciativa es importante porque, si bien la educación a distancia es una alternativa en emergencia, no debe reemplazar a la modalidad presencial. Esta última es la única que tiene capacidad para promover la protección integral de los estudiantes, la socialización y el contacto directo con el docente.

Gracias a la apertura del MINEDUC y al trabajo con el Grupo de Educación en Emergencias hemos realizado un diagnóstico sobre las condiciones de agua, saneamiento e higiene en las instituciones educativas del país. Además, sondeamos la situación de estudiantes, docentes, personal de los Departamentos de Consejería Estudiantil (DECE), así como de quienes tienen discapacidad o están en condición de vulnerabilidad.

El espíritu de estos diagnósticos es, primordialmente, apoyar la planificación, identificar cuellos de botella y buenas prácticas y medir el impacto de las intervenciones. Es un afán constructivo que nos llama a trabajar juntos en base a la evidencia y a continuar con este monitoreo que debería ser permanente.

Antes de la emergencia, la educación en Ecuador enfrentaba desafíos importantes que se verán agravados por el COVID-19. Esta es la oportunidad de reimaginarla pero para que estos cambios se puedan cristalizar se requiere de colaboración porque la educación es cosa de todos.  

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