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Uno de los argumentos más intensos de cierta oposición política y mercantil es que este Gobierno solo existe y sobrevive políticamente por la rentabilidad petrolera. Eso que parecería una acusación se convierte en un revés para quienes lo dicen. Por dos razones: ¿cómo esos sectores empresariales han construido y constituido otra economía que no dependa del petróleo?
Y, a la vez, ¿cómo se supera el subdesarrollo y la desigualdad social sin inversión en las áreas que generan otros procesos productivos? ¿Acaso la fórmula mágica es no explotar el petróleo y depender solo del sistema financiero y del capital especulativo para hacer carreteras, escuelas y hospitales, que son los que generan las condiciones para otro tipo de desarrollo no dependiente de combustibles fósiles?
El último informe de la Cepal indica algo que desmorona todo ese discurso de que el petróleo sostiene el proyecto político de Rafael Correa: la economía no petrolera crece un 5,82% durante el presente año. ¿Qué implica eso? Una tendencia a favor de una economía -de otra economía- que apuntala otros procesos productivos, transforma la matriz tradicional y genera nuevos escenarios.
En otras palabras: Ecuador apuntala su economía para no depender de un solo producto, aunque este garantice solventar decenas de años de injusticia y de inequidad a favor de un puñado de ciudadanos. Al diversificar sus fuentes de ingresos, la economía nacional también abre otros espacios de generación de empleo, quizá mucho más exigentes para tecnificar la mano de obra, especializar los procesos y provocar otras expectativas de vida.
Por eso, ahora que llegarán todas las ofertas, los candidatos deden pensar dos veces antes de pronunciar (como ya lo hacen con algunos entrevistadores que no consideran estos datos) ofrecimientos para ya no depender del petróleo, cuando en realidad lo que buscan es restituir modelos y concepciones a favor del capital financiero.