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Las crisis tienen su lado positivo. Y en el caso del fútbol ecuatoriano lo ocurrido el año pasado trajo sus efectos y lecciones. Los sueldos exorbitantes y las primas exageradas ahogaron literalmente a los clubes deportivos. Ahora, con más modestia y austeridad, el campeonato nacional afronta sus retos con más transparencia y menos inequidades.
De lo contrario tendríamos lo que fue un drama humano diario: jugadores con más de seis meses impagos, entrenadores estresados porque no podían estimular a sus pupilos en la cancha si al salir les esperaban los acreedores. Por lo pronto, eso de creerse ‘nuevos ricos’ calza perfecto para la realidad ecuatoriana. Y ya se la vivió en Argentina. Por ahora, entonces, queda observar cómo asumen su economía real los directivos.