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Es enorme la facilidad con la que los defensores de la ‘absoluta’ libertad de expresión han salido a ‘poner el pecho’ a favor de la existencia de programas con un hondo carácter homofóbico, racista y discriminatorio.
Ahora apelan al trillado argumento de la censura, como si la discriminación tuviera los límites marcados por la ‘doctrina mediática’.
¿Dónde quedan los derechos? ¿Desde cuándo la discriminación y la afectación a la honra de las personas tienen como estatuto y frontera lo que determinen sujetos particulares de la sociedad?
Si la Ley de Comunicación está vigente, nadie la ha declarado inconstitucional y sostiene una estructura de garantías, ¿por qué el linchamiento contra los colectivos y minorías puede ser libertad de expresión?