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La política en su verdadera dimensión construye y explica el devenir de los pueblos, mucho más cuando ocurren desgracias, tragedias naturales o crisis de carácter institucional. Y la madurez de una sociedad también se mide cómo afronta y resuelve esas tragedias o crisis. De ahí que el terremoto del pasado 16 de abril nos lance algunas señales de nuestra realidad política: instituciones sólidas para afrontar las dificultades, autoridades con prestigio y legitimidad para atender por fuera de ese afán proselitista que tienta a muchos y un vasto campo en la oposición que no mide consecuencias ni límites éticos a la hora de criticar, apoyar o actuar a favor de atender a la población afectada. La presencia de mandatarios como Juan Manuel Santos y Evo Morales dan otro sentido a la política que dentro de nuestro país no practican esos sectores de oposición del aparato mediático y conservador que ahora cuenta con todos los recursos y herramientas para no dejar un solo tema sin réplica de la peor calaña. Ojalá esta tragedia nos permita estimular otros debates y reflexiones de lo que somos como sociedad política real. (O)