Los puntos de venta de periódicos exhibieron ayer, sin decoro, las portadas de los medios privados de comunicación con la más enérgica protesta por la sentencia emitida contra Jaime Mantilla Anderson, director del diario Hoy, derivada de la demanda por injurias calumniosas, interpuesta por Pedro Delgado, ex presidente del Fideicomiso AGD-No Más Impunidad.
El juez que analizó la querella determinó el pasado miércoles que el dueño del diario capitalino debía purgar una pena de tres meses de prisión y pagar $ 25 de multa como representante jurídico del rotativo que, durante más de un año, publicó no menos de seis reportajes injuriosos contra el supuesto primo del Presidente de la República.
Esta secuencia periodística tuvo un sesgo perverso ante la opinión pública, para hacer creer que, en este Gobierno, un funcionario hace y deshace por sus vínculos familiares con el Mandatario. Una vez lanzados los dardos de la infamia y la calumnia, la ética de este oficio recomienda comprobar la veracidad de lo que se afirma, asunto que el dueño del diario no pudo ratificar, pues sus notas tenían aseveraciones forzadas y conclusiones sin base legal; es decir, muchas conjeturas y muy pocas evidencias.
A quienes viven del espectáculo mediático debe haberles decepcionado la actitud noble de Pedro Delgado cuando informó que desistía de seguir el proceso contra el comunicador, pero le sugirió
que utilice el privilegio de estar en contacto permanente con la sociedad, para que la verdad sea la única y principal herramienta en el noble trabajo de informar.
Este no es el primer caso, y quizá no sea el último, en el que un funcionario de alto nivel perdona a su calumniador para evitar más dolor a sus familiares. Ya es hora de que indultados y comunicadores comprometidos con la difamación dejen a un lado la prepotencia y la soberbia para escuchar sin prejuicio a quienes deliberadamente han perjudicado al poner en duda su reputación, sin considerar que sus familias también resultan afectadas.