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Álvaro Noboa, Guillermo Lasso, Lucio Gutiérrez y Fabricio Correa, no hay duda, son la cara y la mejor expresión de la derecha, por ahora. El primero no lo niega, el segundo se adscribe a plenitud a la corriente neoliberal, el tercero no cabe duda que hacia el centro y la izquierda no tiene ninguna predilección; y el último muestra por sus expresiones y fobias todo para ser de la derecha más recalcitrante.
Y todos ellos están convencidos de que lideran a ese sector, o por lo menos disputan ese lugar político. Incluso algunos encuestadores confiesan que las peticiones de medición generan más de una discusión entre sus equipos políticos, asesores y los propios líderes, pues por más que se señala la debilidad del sector es más fuerte el deseo de cada “líder” por colocarse en la pirámide del área.
Las preguntas que surgen son obvias: ¿por qué quieren ser Presidente de la República? Uno de ellos ya lo intentó cinco veces y fracasó. Otro ya lo fue y lo destituyeron, luego volvió a candidatizarse y perdió. Otro ha sido un banquero relativamente exitoso y parecía que ahí hacía bien su trabajo, pero la política lo tienta, porque ha dicho que quiere servir a la gente y eso también es política. Y el último, aunque no lo dice abiertamente, confirma ese afán de “dulce venganza” con su hermano o de una “pica” lacerante para, quizá, hacer lo que no pudo en su momento: que sus empresas tengan contratos con el Estado.
Lo trágico y paradójico es que ninguno de los cuatro entienden la política en su concepción contemporánea, y menos en la época que vive el Ecuador. ¿Para ellos, en general, con sus particularidades, la política es un escalón más en sus currículums? ¿La Presidencia de la República es un cargo filantrópico o una autoridad que se gana más allá de las cuentas y de las venganzas personales? ¿Hay una propuesta que reconozca lo recorrido estos años y legitimado por el pueblo?