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No están lejanos los días en que punzantes entrevistadores, sesudos analistas, elocuentes juristas y connotados políticos de derechas y de cierta izquierda denostaban sobre lo que para ellos era uno de los males del Ecuador: la democracia plebiscitaria. Decían, entre otras tantas cosas, que en los plebiscitos o consultas el pueblo no decidía lo de fondo y que era un derroche innecesario de dinero.
En otras palabras, que el pueblo ecuatoriano tomara decisiones trascendentes no era democrático, sino un show político a favor de un solo sector. Ahora que hay debates de diversos temas parece que lo más conveniente y hasta democrático es la consulta, incluso para decidir el incremento en el costo de los pasajes. ¿No es un despilfarro convocar a los ciudadanos para que diriman sobre algo que es de responsabilidad política de las autoridades? ¿Ahora sí tiene valor la democracia plebiscitaria de la que denostaron en mayo de 2011? La memoria es corta cuando se trata de distanciarse de la realidad.