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Ecuador, 29 de Marzo de 2024
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El Telégrafo
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La democracia de Ecuador pasó la prueba de fuego en 2015

La intención quedó marcada y la historia hablará después con más elementos de juicio: en 2015 varios actores políticos quisieron tumbar al Gobierno, sacar de Carondelet al Presidente Constitucional, pero más pudo la fortaleza de la democracia ecuatoriana, de sus instituciones y el respaldo de la ciudadanía a un modelo con estabilidad política y bienestar social.

Para ese objetivo trabajaron algunos grupos y con un financiamiento sustancioso pero oculto. Aquellos que hablan de transparencia deberían decir de dónde salió todo el dinero para las tareas desestabilizadoras en las que participaron desde exbanqueros, exsindicalistas, medios de comunicación y gremios empresariales.

Y no lograron su propósito. Imaginaron que las dificultades económicas y una propuesta de enmiendas constitucionales serían el caldo de cultivo para un supuesto levantamiento popular desconociendo a los ciudadanos, a todo lo alcanzado en estos nueve años y, sobre todo, impulsados por unos afanes que tenían un referente o espejo en la oposición agresiva y violenta de Venezuela y en la coalición conservadora de otros países que intentan torpedear la transformación social iniciada en América Latina en esta década ganada.

Ecuador demostró -además- que cree en la democracia, en la paz como sinónimo de justicia social, en los cambios para favorecer a las mayorías y no a los grupos de presión ni a los poderes fácticos.

Y el pueblo ecuatoriano -crítico, rebelde y solidario- respondió exigiendo profundizar el proceso político desatado bajo el espíritu de Montecristi. Para ello, en los diálogos realizados entre el 15 de junio y el 15 de octubre, pidió mejorar la calidad de la gestión estatal, acentuar la lucha contra la corrupción y apoyar las reformas legales a favor de la equidad y justicia social.

Es cierto que todavía subsisten problemas y retos. Claro, lo alcanzado es bastante, pero insuficiente para lo que requiere un país por siglos dependiente de una economía primaria y de un entorno capitalista complejo. Hay que corregir y pulir muchos procesos para que la economía del conocimiento sea nuestra identidad y norte para el verdadero desarrollo y mejoramiento de la calidad de vida. Y así mismo, nos debemos comprometer a hacer los cambios necesarios desde una criticidad patriótica y no desde la desestabilización y la violencia patriotera.

Si se pasó la prueba de fuego también fue porque la difícil situación económica encontró a un país cohesionado, con un Estado fuerte y soberano, para no someterse a los caprichos de las cámaras de la producción y tampoco a las recomendaciones de las ONG ni de empleados y consultores de entidades extranjeras. Y mucho menos a los aparatos mediáticos de la oposición nacional y de la región, como la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa).

Hoy contamos con más y mejores condiciones políticas, sociales, económicas y legales para afrontar este momento crítico. El cambio de la matriz productiva está en el proceso de concreción y para beneficio de todos, incluidos aquellos que no creen en su implementación.

El año que viene será difícil, nadie lo duda, pero también será el escenario para diseñar la continuidad, con más creatividad y sabiduría, del mandato popular ratificado a lo largo de estos años, para superar la pobreza y construir una patria digna para los ecuatorianos. (O)

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