Es una buena noticia y como tal no está en toda la prensa, para variar. La Cancillería ecuatoriana anunció que para el mes de mayo, tras 183 años de indefiniciones, conflictos, guerras, acuerdos y desacuerdos, las fronteras quedarán finalmente señaladas en toda su geografía.

Eso, además, ha ocurrido tras la adhesión del Ecuador a la Convemar, el pasado 24 de octubre, pues a partir de ahí se puede empezar a explorar los recursos que están dentro de su zona económica exclusiva y ampliar su plataforma continental.

Además, en junio del año pasado se sellaron los límites con Colombia y lo propio con Perú en mayo de 2011. De hecho, la fijación de las plataformas continentales, que definen nuestra frontera en esa dimensión con Costa Rica, será el hito con el cual el Ecuador por fin pueda decirles a sus habitantes como a los demás países, que tiene muy claras y bien dibujadas sus fronteras.

Todo aquello, más allá de la cartografía que conlleva y simboliza, genera otros procesos dentro del Ecuador que garantizan mejor relacionamiento internacional, una clara disposición para la efectiva convivencia pacífica con nuestros vecinos y la más profunda identidad de lo que somos.

La paz como un recurso público es invalorable y genera todo tipo de procesos para el bienestar común de los pueblos. Y desde esa mirada y contexto, tener unas fronteras definidas impulsa la integración y abre otras posibilidades de desarrollo común.

Aunque no sea noticia de primera plana en la prensa privada y comercial, el valor de una información de esta naturaleza debe conllevar, con todo el sentido histórico, un amplio debate; pero principalmente una pedagogía social para las presentes y futuras generaciones. Y para ello, ante todo, hay que informar bien, colocar todos los argumentos para un mejor entendimiento y diálogo social para fortalecer los procesos ciudadanos.