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La muerte de una joven modelo en una cirugía estética ha conmocionado al país. No es el primer caso, pero el problema tiene más de una arista.
Cierto es que hay que fortalecer los controles. El Gobierno, incluso, no descarta una reforma legal. Son pasos en la dirección correcta, pero hay un problema de fondo: la obsesión de la sociedad del siglo XXI con los cánones de belleza.
Un mundo en donde la cultura de la imagen se ensalza a niveles estratosféricos es un caldo de cultivo para estos delitos. Los jóvenes tienen como referentes supuestas vidas perfectas que se difunden en las redes sociales. Por eso es necesario un cuerpo perfecto, para posar para la fotografía en Instagram.
Ese pensamiento genera una demanda de cirugías y tratamientos estéticos; el mercado responde con ofertas y promociones que no toman en cuenta el debido cuidado médico y profesionalismo que requiere cualquier intervención en el cuerpo humano. (O)