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El período electoral se presta para muchas expresiones, no necesariamente sensatas y responsables. Cuando se iba a votar en referéndum por la nueva Constitución, en septiembre de 2008, hubo una fuerte campaña en su contra por parte de quienes ahora prometen realizar “las consultas populares que hagan falta” para cambiar la Carta Magna. Si como discurso electoral funciona, bien vale la pena pensar hasta dónde efectivamente lo pueden hacer.
¿Es con base en consultas populares como se desmonta la estructura del Estado? ¿No es eso acudir a los mismos argumentos que se usan en otros países para volver a la lógica política y económica del neoliberalismo en su más ortodoxa acepción? Pero hay algo más de fondo: el pueblo ecuatoriano ha votado por esa Constitución, por una mayoría muy significativa.
Si se hace un sondeo, quizá verificaríamos aquello, pero los candidatos no pueden soslayar las decisiones del pueblo. Para ese objetivo (“botar al tacho de la basura la Constitución de Montecristi”) hay un procedimiento constitucional, y se llama Asamblea Nacional Constituyente. (O)