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Marcó un hito de doble vía: es el documento más rico por la participación popular y constituye un referente en el llamado neoconstitucionalismo en el mundo. No es solo un conjunto de anhelos, reúne una visión renovada y revolucionaria para transformar la sociedad.
Y tiene por delante mucho que estudiarse de su hondo contenido y perspectiva histórica. Tampoco es un documento escrito en piedra: si algo puede mejorar, que sea factible y producto también del mismo espíritu participativo, tal como se construyó.
Hace cinco años, muchos pendencieros predijeron solo caos y males con la llamada Constitución de Montecristi. Ahora vemos que solo hubo mala fe porque, en la práctica, ha servido para reconstituir un país secuestrado por el neoliberalismo.