Es uno de los deportes más amados en Italia después de la Fórmula 1.

Un millón de personas practican el pedalismo a lo largo y ancho de la península itálica. Ese amor por la bicicleta ha estado presente en la historia de la nación de Antonio Vivaldi y de Luciano Pavarotti. Y ha sido una fuente de unidad y de identidad del “Belpaese”. En la Segunda Guerra Mundial, en esa Italia urbana y rural, sobresalió la actuación del pedalista Gino Bartali, quien nació en 1914 en Ponte a Ema, Florencia, en el seno de una familia humilde. Él se aficionó al ciclismo gracias a su padre que lo ayudó a encontrar un trabajo en un taller de reparación de bicicletas. Bartali consiguió 91 victorias entre 1935 y 1954, y ganó dos veces el Tour de Francia y tres veces el Giro de Italia. Con su bicicleta y el mayor trofeo de la competencia de la nación Gala, Bartali consiguió apaciguar a su país dividido por el asesinato del líder del Partido Comunista, Palmiro Togliatti, en 1948. Pero “Ginettaccio”, como lo llamaban, también hizo otra hazaña que se conoció solamente después de su muerte: él logró salvar a 800 judíos italianos de ser deportados a la Alemania nazi. Por eso fue nombrado “Justo entre las Naciones” por el Gobierno de Israel en 2013.

Hoy el Giro de Italia, que es organizado por el Diario La Gazzetta dello Sport desde 1909, es una de las competencias más famosas y reconocidas en el mundo. Allí está nuestro Richard Carapaz, como líder indiscutible, y a pocas horas de ganar la última etapa de esa carrera de 3.000 km y de tres semanas de duración. El carchense, de 26 años, se robó el corazón de los italianos con su técnica, desempeño y simpatía. Nadie esperaba que un deportista ecuatoriano gane la “maglia rosa”, que tiene el color del periódico creador del Giro, por seis ocasiones. Los italianos están felices por su victoria, le piden tomarse selfies con ellos, y prefieren a Carapaz y no al pedalista esloveno Primoz Roglic, a quien consideran “demasiado frío”, dice Sebastiano Vernazza, director de Deportes de La Gazetta dello Sport. “La Locomotora del Carchi” nos ha dado una gran alegría a los ecuatorianos y esperamos ver una fotografía suya y de su esposa en el balcón de Romeo y Julieta, en la bellísima Verona. (O)