Publicidad
El reto de la ‘ballena azul’ es una arista más dentro de una discusión planetaria: el rol de las redes sociales. Estas plataformas fueron un invento recibido con bombos y platillos.
Celebramos que la libertad de expresión finalmente iba a ser universal. Nos regocijamos cuando se convirtieron en una herramienta para luchar contra tiranías. El culmen fue aquello que los medios bautizaron románticamente como Primavera Árabe.
Pero ahora, transcurridos los años, nos preocupan. La desinformación que generaron en la reciente campaña de Estados Unidos coloca a las redes sociales como una de las principales causantes de la victoria de Trump.
Pero no solo son un problema político. El reto de la ‘ballena azul’ las lleva a un plano familiar. Los niños están indefensos ante la basura que circula allí. El anonimato permite a cualquier desequilibrado acceder a los menores de edad. Son víctimas fáciles en un terreno sin ley ni orden.
Hoy por hoy, resulta impostergable resolver la pregunta: ¿Hay que regular las redes sociales? Tenemos que iniciar el debate, escuchar a todos y no caer en extremos. Es urgente hallar un mecanismo que salvaguarde la libertad de expresión y, al mismo tiempo, que detenga el odio, la discriminación y la manipulación. (O)