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La historia del boxeador ecuatoriano Julio César Castillo es la de un hombre que cumplió lo que soñó. En su natal Orellana veía a sus primos pelear, mientras jugaba al baloncesto o al fútbol. Fue a los 14 años cuando tomó la decisión de transitar por el camino del box, actividad que los periodistas deportivos califican como el de las “narices chatas y las orejas de coliflor”.
Como todo buen ecuatoriano, Castillo tuvo en su madre, María Torres, a su cómplice. Fue ella la que lo inscribió y dio los permisos para que comenzara a practicar boxeo. Fue ella la que lo llevaba a las prácticas, la que lo consolaba cuando las cosas salían mal y la que lo felicitaba cuando todo iba bien.
A los 18 fue seleccionado nacional. Encantaba a los entrenadores por su habilidad para pegar con las dos manos y por su inclinación por ser zurdo, según los entendidos, los de más valor dentro del mundo del cuadrilátero. Además de su técnica, sobresalía por su disciplina y por una tenacidad a toda prueba, la que lo empuja a cumplir sus objetivos.
Ahora, con 15 años de carrera a cuestas, es el mejor exponente del boxeo amateur de Ecuador. Participó en las olimpiadas de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016. El 2018 fue el mejor de su carrera, ya que logró cuatro medallas de oro y dos de plata, en torneos dentro y fuera del país.
Pero si 2018 fue el mejor, lo que hizo 2019 es histórico. Muchos recordarán el polémico fallo en la disputa de los Juegos Panamericanos de Lima, donde solamente los jueces vieron como ganador de la medalla de oro al cubano Erislandy Savón.
Castillo logró medalla de oro en el Open que se disputó en Eslovenia. Y, como si fuera poco, se convirtió en el único ecuatoriano que ha disputado una final en un mundial de boxeo, en el que obtuvo la medalla de plata tras perder ante el local Muslim Gadzhimagomedov (quinto en el ranking mundial), en los 91 kg.
Actualmente este deportista, que es de Orellana pero está federado y pelea por Napo, tiene un lugar en la categoría élite del Plan de Alto Rendimiento que lleva adelante el Gobierno Nacional a través del Ministerio del Deporte. Dentro de dos meses ascenderá a la máxima categoría: Tokio 2020.
Esta cita olímpica puede ser la despedida del hombre que ha cumplido su sueño. El retirarse con tres olimpiadas a sus espaldas lo convierte en una leyenda, una muestra viva de que los sueños son posibles. (O)