Las declaraciones del embajador estadounidense Adam Namm y los aplausos de los empresarios son una imagen y una prueba: la imagen de quienes creen que en este país debe gobernar un imperio y una prueba de que el intervencionismo no se desvanece de las cabezas de los diplomáticos ‘gringos’ y de los empresarios neocolonialistas.
El embajador sabe muy bien por qué lo dice, pero sobre todo cuándo y dónde lo dice. El auditorio es el propicio, porque se entienden en el lenguaje y en las ideas que los unen, como lo dijo el radiodifusor Gonzalo Rosero: “Tenemos intereses comunes”.
Y si eso los une y son parte de esa estrategia para desprestigiar a nuestro país, no solo que merecen el rechazo ciudadano de una nación soberana, sino una enorme pifia pública. El Gobierno ecuatoriano sabrá tomar sus propias decisiones.