2016 no ha sido un año fácil. A nivel mundial, no se detuvo la convulsión política, el terrorismo y las guerras extremistas. Hubo recesión económica y blindaje mercantil de los Estados otrora defensores del liberalismo, etc.

En América Latina, su eterna paradoja histórica no hizo excepción: al tiempo que Colombia firmaba su acuerdo de paz, en Brasil se consumaba el golpe de Estado contra la mandataria elegida. Ni qué decir del histórico reencuentro de Cuba y EE.UU., frente a la debacle social argentina causada por la táctica neoliberal de guerra arrasada...

Ecuador tuvo sus propios ritmos: de la lucha política a la recesión económica; de la corrupción empresarial y pública al cierre de todas sus fronteras; de la política pública al embate conservador para recuperar el control de Estado...

Sin duda, el terremoto de abril desató una tragedia que -increíblemente- hizo brotar el ecuatoriano solidario que todos llevamos dentro. En un acto sin precedentes, ese fue el punto alto, positivo y esperanzador del pueblo, en medio de tantas dificultades. (O)