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Jaime Nebot tiene olfato y mucha astucia política. Sabe cómo levantar “muertos”. Y en esa condición se encontraban, figurativamente, el PSC y de algún modo el movimiento creado por él: Madera de Guerrero (MG). Para inscribir a las dos “organizaciones” políticas no pudo escoger el mejor momento y la más oportuna tarima, que como han dicho algunos acérrimos seguidores de León Febres Cordero (LFC), no es sino un utilitario recurso para reposicionarse ante la “caída” sufrida estos tres últimos años.
Dirá a su favor que es falso aquello de la caída. Mostrará cifras de concejales y alcaldes, pero si lee las encuestas de su presencia política, el PSC y MG no dan visos de impacto con sus acciones. Al contrario, la salida de Enrique Herrería, como síntoma, mostró que ahí, en esas “tiendas”, las cosas no están del todo bien. Y que las autocríticas de Leonardo Viteri tienen más de diagnóstico que de síntoma.
Claro que pueden colocar un monumento, efigie, obelisco o lo que quieran los partidarios de LFC. Dentro de la ley lo pueden impulsar, pero a base de arrogancias y usos proselitistas, al propio ex mandatario y ex alcalde de Guayaquil le ofendería. Como igual le ofendería que un ex entrevistador ahora sea el paladín de su monumento.
Los socialcristianos no han medido sus actos en función de la ética con la que todo homenaje se concibe. Al contrario, han ofendido a quien, con todas las discrepancias que pueden haber con su pensamiento y accionar, se lo recordará por muchas cosas buenas y malas, pero jamás por arrogarse elogios y autohomenajes. Él no se merece el trato que le están dado sus pupilos. Y lo hacen porque con eso revelan sus carencias y vacíos, que difícilmente lo van a llenar con una confrontación pírrica frente a lo que hay que hacer por Guayaquil y por el Ecuador.