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Es sintomático el silencio de ciertos sectores sociales y políticos guayaquileños ante la postura del alcalde Jaime Nebot sobre la polémica de los puertos, y en particular el de la capital guayasense.
Parecería que esos sectores entienden el beneficio de planificar y actuar en favor del bien común y no solo de ciertos grupos y personas que hacen del servicio público el más lucrativo negocio privado.
¿Quiénes se benefician de la concesión que administra el puerto? ¿Cuántos de los accionistas de esa empresa concesionaria están vinculados con el grupo político que respalda al actual Alcalde guayaquileño? ¿Es solo una defensa intransigente de los intereses municipales o hay algo más allá que no se exhibe a la hora de asumir esa postura supuestamente ciudadana y en beneficio de todos los guayaquileños?
Nadie duda de que la identidad de esta ciudad está marcada por su puerto: a partir de ahí se desarrollaron, en más de dos siglos, el mismo diseño urbano, la confluencia de viviendas, negocios e instituciones, la dinámica económica y humana, pero también la complejidad de todo esto para construir una ciudad para la convivencia y el bienestar de sus habitantes.
Y como es su identidad, como pasa con otras ciudades del mundo, ello define su futuro, pero no lo ata ni tampoco lo condiciona al extremo de que solo sea así siempre.
Por lo mismo, ese afán de asumirse como defensores de una identidad sin entender la lógica urbanística y sus dinámicas solo revela que el “golpe” a cierto negocio o interés privado es el que prima en las políticas municipales.