Nadie sabe con certeza si el futuro de Grecia cambiará si se va o se queda su primer ministro, Yorgos Papandreu; tampoco si  el agujero creado por su situación de insolvencia y necesidades de salvataje  arrastrará a otros países, como Italia, Portugal, Irlanda, España y Francia.

Lo cierto es que las condiciones impuestas por el Gobierno de Atenas para que sea una mayoría absoluta de la cámara la que apruebe la propuesta de ajuste, tomada por la UE el pasado 26 de octubre, dependerán de la voluntad ciudadana para asumir el costo político y económico.

El caso de Italia es diferente, pero mucho más grave por tratarse de la quinta economía de Europa. El desgaste político viene de mucho tiempo atrás con Giulio Andreotti -92 años, senador vitalicio-, quien fuera presidente del Consejo de Ministros en tres ocasiones y uno de los máximos líderes de la Democracia Cristiana, a quien en su juventud admiraba el doctor Osvaldo Hurtado, ex presidente de Ecuador.

Un libro de investigación periodística, que sirvió de guión para la película “Il Divo”, de Paolo Sorrentino,  permite  entender  el poder de la extrema derecha en la figura de  Andreotti: batallas electorales, masacres a miembros de las Brigadas Rojas, relaciones con el Vaticano y el Banco Ambrosiano que financió operaciones en las Bahamas y Sudamérica, a través de su filial andina en Lima-Perú; el auspicio económico a la dictadura de Anastasio Somoza en Nicaragua y la represión a los sandinistas; su relación con la mafia y una cadena de asesinatos a los fiscales que investigaban a la Cosa Nostra y a su capo Salvatore (Toto) Riina, hoy en prisión.

A este insólito escenario actual se suman treinta y nueve partidos representados en el Parlamento por casi mil legisladores devenidos en una casta que justifica aquello de clase política.

Y como si no fuera suficiente, la presencia de Silvio Berlusconi, magnate de los medios de comunicación y presidente del Gobierno, cuyos escándalos políticos y presuntos delitos de prostitución a menores de edad y consumo de drogas en las residencias oficiales lo han puesto en la encrucijada de la dimisión, una vez que la derecha radical le ha retirado su apoyo porque teme que la partida de dominó que se juega en Grecia termine por descalabrar al país.