El fútbol femenino dejó buenas sensaciones el año pasado en Ecuador. La primera SuperLiga terminó con éxito: el estadio “Alejandro Serrano Aguilar” de Cuenca estuvo repleto para la final que Deportivo Cuenca le ganó a Ñañas, de Quito. Y posteriormente el país fue sede de la Copa Libertadores que conquistó el Corinthians de Brasil.

Dirigentes que han creído e impulsado que las mujeres también jueguen fútbol en un torneo profesional; entrenadoras y entrenadores, deportistas y demás miembros vinculados con este ámbito fueron responsables de romper esquemas. Sin embargo, pocos meses después de la finalización del certamen nacional algunas profesionales se quejaron de la falta de pago por parte del campeón, fenómeno similar al que se da en el certamen masculino.

Por tanto, para este año la dirigencia que maneja el balompié a nivel general está obligada a tomar correctivos y fortalecer los puntos positivos de la temporada 2019. Exigir a los clubes que se pongan al día en sus haberes, que se mejoren las condiciones laborales y gestionar la llegada de más auspiciantes generará que esta rama siga creciendo.

La llegada de la DT brasileña Emily Lima, que manejará las selecciones sub-17, sub-20 y absoluta, parece ser un acierto de la Federación Ecuatoriana de Fútbol porque la carpeta de vida la avala. Su conocimiento y recorrido servirán no solo para que evolucionen las futbolistas que convoque sino también para que todas las mujeres que practiquen fútbol de alto rendimiento se esfuercen más para ser tomadas en cuenta. Lograr una nueva participación mundialista como en 2015, cuando la entrenadora era Vanessa Arauz -ahora al mando de Colo Colo de Chile- será motivante para todos.

Si 2019 fue un año importante para el fútbol femenino de Ecuador, 2020 debe servir para dar un paso o varios pasos más hacia la élite.

Talentos hay, lo que ha faltado durante años es apoyo, organización, visión y confianza. La apuesta debe doblarse para que hayan mejores resultados. (O)