La Unión Europea repite el libreto colonial de Estados Unidos: impone un embargo total a las importaciones de petróleo iraní a partir del próximo 1 de julio. El objetivo: forzar a la república islámica a volver a la mesa de negociaciones para discutir sobre “su preocupante programa nuclear”, como lo dijo  Catherine Ashton, coordinadora de la política exterior comunitaria. Y a eso se añade la declaración de los tres jefes de gobierno de Francia, Alemania e Inglaterra: “No permitiremos que Irán se haga con armamento nuclear”, dijeron Nicolas Sarkozy, Angela Merkel y David Cameron en un comunicado.

El anuncio se hizo ayer detallando un  “paquete de sanciones sin precedentes a Irán”. Y, como era de esperarse, Barack Obama aplaudió la medida. ¿Con eso no se repite la misma historia que construyeron con Irak? ¿Tras cinco años de invasión y desastre, masacre y opresión, no quedó claro que en Irak no había ningún peligro ni amenaza nuclear? ¿Serán necesarios cinco años de embargo para demostrar lo que hasta ahora es una especulación, una acusación sin pruebas ni demostraciones documentadas?

Europa, la que no puede dar ejemplo de manejo democrático de su crisis, ahora quiere dar cátedra de manejo energético. Y hasta se asume como una hegemonía desde la cual se declara quién hace el bien y quién hace el mal.
Irán sabrá responder desde su soberanía y autonomía política, pero el mundo entero debe condenar que naciones con marcados intereses económicos quieran imponer un orden mundial, bajo el tutelaje de los Estados Unidos.

Desde ya, como se dijo durante la visita del presidente iraní a Ecuador, se advierten vientos y planes para generar y provocar un conflicto con el país que, por designio de la naturaleza, tiene frente a sus costas un paso marítimo por donde circula el 60% del comercio petrolero. Y luego, derrocado el régimen, dirán que  ha vuelto la democracia y el mundo puede vivir en paz. Claro, bajo la paz de sus negocios y hegemonía.