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Ecuador es un país desencantado de la política practicada por los líderes de los viejos partidos, en la mejor acepción etimológica de la palabra, en cuanto a la organización de las sociedades humanas y del Estado.
No nos debe extrañar que esta manera de percibir el engaño se haya venido transmitiendo genéticamente desde la fundación de la República, puesto que los presuntos padres de la patria se limitaron a mantener a buen recaudo, y lo suficientemente apartado del consenso ciudadano, el poder político comprometido en el pacto social que le concede al pueblo -a la mayoría- la facultad de delegar en una persona o grupo la capacidad de decidir en nombre de todos, y de acuerdo a los códigos y leyes, salir de la barbarie.
Esta es la esencia de la democracia: una relación civilizatoria entre mandatarios y mandantes, no la mediatización creada por ventrílocuos entrenados para manejar muñecos. ¿Cómo entender, entonces, la relación del Presidente de la República con los sectores más vulnerables del país, aparentemente desdibujada en cifras concebidas por empresas consultoras fantasma, cuya debilidad ante la seducción de las chequeras es históricamente comprobable? ¿Será que está registrado, en este pequeño conglomerado de inequidades, un régimen decidido a enfrentarse las 24 horas del día, siete días a la semana, a la tarea de poner en orden el peso desigual de los privilegios?
¿Será que hubo un atisbo de honradez en la construcción de obras en las que no estaban privilegiados los intereses de contratistas y propietarios de predios que carecían de valor comercial, y hoy concentran todas las miserias posibles en espacios infrahumanos?
Es nuestra obligación, y un ineludible deber ético, que nuestros lectores revisen su pasado político para que entiendan por qué surgen campañas mediáticas orientadas a confundir la opción de elegir la justicia social, y por qué los niveles de credibilidad de su actual mandatario se mantienen altos. La respuesta está en las cifras de crecimiento y en la disminución de la pobreza. Hay baches peligrosos frente a la estabilidad, pero lo importante es que estamos avanzando.