El “milagro español” tocó fondo. Caló como una gran proeza de una gestión política, liderada por José Luis Rodríguez Zapatero, para ubicar a ese país como el modelo de lo que puede ser un proyecto político para constituir el “mejor capitalismo de Europa”. Y todo se fue al traste.
Y de ese fracaso cosecha la derecha, encabezada por Mariano Rajoy; y es de esperar que el triunfo de esta tendencia política solo corrobore que el modelo es el fracasado. No hay duda: el Partido Popular profundizará la tendencia económica para salvar de la quiebra a las grandes corporaciones empresariales y consolidar la línea de la Unión
Europea, no así la solución a los problemas de empleo y liquidez para los proyectos sociales. Por ahora, la prudencia ordena esperar. Sí, Rajoy tiene que demostrarle a sus ciudadanos, a Europa y al mundo hasta dónde todas sus críticas, desde la oposición, tienen ahora, desde el Gobierno, la calidad y eficiencia para devolverle la tranquilidad a su propio país.
Eso solo será posible cuando, dentro de un mes, anuncie con mayor claridad las medidas urgentes que prometió tomar. Ha sido cauteloso, cierto. Y algunos analistas consideran que, instalado en el cargo, Rajoy será otro, mucho más pragmático y prudente, no como espera la ciudadanía española.
De todos modos, el ausentismo en el sufragio de ayer también prueba que los españoles no están interesados en participar y de apoyar las dos propuestas políticas en disputa. Con apenas el 58% de participación electoral, hay algo más de fondo por discutir: el compromiso colectivo para salir de la crisis apoyando las dos tesis que, a la postre, ubicaron en la crisis a España, pues ya desde José Aznar se cocinó ese modelo.
España, por supuesto, se merece un futuro de dignidad y para ello hay que convocar a la transformación de ese modelo perverso que colocó al capital financiero como el único beneficiario de cualquier medida, con Zapatero; y ahora con Rajoy como el que diseña el posible camino de solución a la más grave crisis económica de ese país.