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Los ecuatorianos consideran que la inseguridad es el problema más delicado que enfrentan. Según algunos sondeos de opinión sobre el tema, es un fenómeno regional debido -especialmente- al auge del narcotráfico y la lucha por el control de espacios, situación que se agrava si tomamos en cuenta que estamos rodeados de territorios pertenecientes a Colombia y Perú, los mayores productores de hoja de coca del mundo.
De ahí que el creciente número de delitos que golpea a la ciudadanía cause conmoción y rabia, por lo que combatir la inseguridad es una tarea pendiente que nos involucra a todos, especialmente y con mucha más responsabilidad a las fuerzas del orden. El Gobierno Nacional, consciente de este desequilibrio, inauguró ayer siete Unidades de Policía Comunitaria (UPC) en Guayaquil, las cuales son estructuras físicas modernas, concebidas para que los uniformados desarrollen sus funciones con dignidad, ocupen habitaciones dotadas de acondicionadores de aire, cafeterías, baños y oficinas.
Una de las obligaciones del Estado, que se ha postergado cíclicamente durante muchos años, es procurar un trato igualitario para todos los integrantes de la sociedad, pero de manera especial a quienes forman parte de estamentos diversos y especializados en los que se encuentra la Policía Nacional. El gobierno de la Revolución Ciudadana está corrigiendo este desajuste y en adelante los uniformados tendrán todos los elementos necesarios para disuadir a quienes atentan contra la seguridad y proteger debidamente a los ciudadanos. Los sectores sociales del puerto principal y ciudades circundantes confían en la funcionalidad de las obras emprendidas, que forman parte del centro integrado que funciona en el antiguo complejo de Puntilla Mall.
La Policía ya tiene una mirada integral de lo que ocurre en las calles con los UPC, que fueron edificados para que se conviertan en espacios de confluencia de los intereses ciudadanos con las tareas profesionales de los agentes del orden.