Publicidad
Parecería que la estrategia funciona, pero a la luz de los hechos revela a los verdaderos “autócratas” bajo el manto de unos supuestos demócratas. Apenas son ungidos como “líderes” empiezan a denostar contra su adversario, pero son los que primero reclaman que se respete al otro, que haya tolerancia y absoluta libertad de expresión. Llegan a evidenciar que el mismo “asesor” está detrás de todos ellos, con un solo objetivo, común, aparentemente diverso.
Son los mismos que hablan de partido único, pensamiento único y liderazgo único, pero cuando tienen el mando, el control, la dirección y hasta el poder transitorio no dan espacio a otra idea, propuesta o proyecto que no sea el suyo. ¿Por qué ocurre esto? ¿No será acaso que por diferenciarse temporalmente hasta alcanzar su objetivo transitorio revuelven todos los esquemas y se visibilizan con lo que en realidad critican?
Los cuatro precandidatos presidenciales están ya en la palestra y cada uno, a su modo, deja ver las costuras de sus insolvencias programáticas. Han dicho con absoluta claridad que no van a reformar la Constitución, sino que la van a hacer respetar. Por tanto, ¿por dónde van a cambiar las cosas de estos años si dicen que van a respetar la Carta Política y que todo lo hecho hasta ahora no sirve? Ninguno de ellos habla de qué leyes va a proponer para ensanchar la Constitución y llenarla de toda la participación democrática que demandan.
No, no lo hacen porque -además- los entrevistadores de los medios comerciales son ahora sus aliados tácticos (ya veremos cómo los tratan si llegan a uno de los poderes). Solo se fijan en el otro. Y caen de nuevo en las ofertas sin respaldo argumental y mucho menos económico. Ese autoritarismo es el mismo que lanza insultos, profiere adjetivos y carece de evidencias. ¿Cómo será el gobierno de los “nuevos autoritarios” si la oposición les exigiera seriedad a la hora de cumplir las ofertas?