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El Telégrafo

Entre la impotencia y una justicia ciega

14 de julio de 2011 - 00:00

Carlos Mora fue el último de los 21 pacientes del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) contagiados  con el VIH en la clínica de diálisis del doctor Galo Garcés Barriga, en 1995.

Él fue un ejemplo de valor y luchó contra la enfermedad, la impunidad de los operadores de justicia y la muerte. El domingo pasado terminaron los sufrimientos para él y su madre, quien se niega a vivir sin la fuerza moral que la sostenía firme ante la pesadilla.

Según los análisis y el testimonio de los testigos, en el procedimiento de rutina utilizaron jeringuillas usadas en el suministro de un anticoagulante. Una de las pacientes sufría de sida. El informe fue inobjetable: hubo negligencia médica de Galo Garcés Barriga y Galo Garcés Lituma, entre otros implicados. El responsable y propietario de la casa de salud fue apresado el 19 de marzo de 1997; sin embargo, por haber cumplido un año sin sentencia, lo liberaron en 1999; un año después, él y su hijo fugaron del país. 

Desde entonces, una cadena de miserias jurídicas se fueron tejiendo para que el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Galo Pico Mantilla, negara la solicitud de extradición de los Garcés y posteriormente prescribiera el juicio; los tribunales Segundo y Tercero de lo Penal del Guayas llegaron al extremo de ordenar, mediante providencia, que la Policía se abstenga de aprehenderlos.

Frente a  este patético panorama, Carlos Mora aprendió a  mantener altas las defensas de su organismo y la fe en lo que él podría lograr para llevar una vida normal. El testimonio de su padecimiento consta en el libro “21, historia de un sobreviviente”.

La página web http://www.carlitosmora.com/ tiene dos mensajes, entre centenares de notas de condolencia. El primero dice: “Mi príncipe, nos faltó hacer el ‘bungee jumping’... pero con Papá no necesitarás arnés... Vuela Carlitos, vuela”. 

Al otro nos sumamos: “Mi estimado General de la vida y la lucha, este humilde soldado lamenta su momentánea partida, y le pedirá a Dios con todas sus fuerzas que lo tenga en su gloria para que, desde ahí, siga inspirándonos a todos. Paz en su tumba”.

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