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Una tragedia ha golpeado al país y tiene como epicentro el aeropuerto de Guayaquil. El lunes pasado la terminal fue cerrada porque había dos cadáveres en la pista. Nadie pudo imaginar la dimensión de esas muertes. Se trataba de dos primos, de 15 y 17 años, oriundos de una comunidad indígena llamada Cachi, del cantón El Tambo, en la provincia de Cañar.
Llevados por la ilusión, los adolescentes lograron colarse en un vuelo que iba a Nueva York, pero en el tren de aterrizaje. Su travesía apenas duró segundos porque cayeron en el momento que la aeronave despegaba y fallecieron.
Ecuador revivía así la pesadilla de la migración en condiciones irregulares, una tragedia que se ha cebado con el Austro del país. Ahora caben muchas preguntas que las autoridades tienen que responder cuanto antes.
Es muy evidente que los muchachos tuvieron ayuda. De allí la importancia de las investigaciones. Días antes la Policía incautaba el mayor equipaje de droga que se haya encontrado en el aerpuerto José Joaquín de Olmedo. Es urgente hacer una revisión del personal para impedir que las mafias se tomen esta infraestructura clave en el desarrollo de la ciudad.
Hay más de una entidad pública involucrada, por eso es importante la colaboración, no la evasión de responsabilidades. La concesionaria del aeropuerto debe tomar el liderazgo en las correcciones que ahora está obligada a emprender; hay que informar a la ciudadanía al respecto.
El puerto principal tiene como meta para su bicentenario la construcción de un nuevo aeropuerto. Pero hasta que esa infraestructura esté lista, la actual debe ser un ejemplo de eficiencia y controles estrictos. Una urbe moderna necesita una puerta de entrada confiable, precisamente para brindar confianza a los turistas y potenciales empresarios que quieran invertir en ella.
Pero en El Tambo también hay tareas por hacer. Urge desbaratar las redes de coyoteros que allí operan, engañando a familias de escasos recursos con un futuro que no existe. (O)