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Desde 1996 ocurría que ningún presidente de la República terminaba su mandato. Con esa retrospectiva, hoy se cumple un hito: Ecuador ha dejado atrás la inestabilidad, su democracia ha madurado. Ya no somos la burla de Sudamérica por tumbar gobiernos cada dos años.
Pese a la intentona golpista del 30-S, los rumores en los cuarteles, las marchas desestabilizadoras y las falsas denuncias de fraude, las instituciones reaccionaron adecuadamente. Rafael Correa ha sido el artífice de este logro. Lo acusaron de querer perpetuarse en el poder, pero hoy se va a casa convertido en el mandatario que más tiempo ha gobernado Ecuador de manera seguida.
El desarrollo requiere, entre otras cosas, de estabilidad. Un inversor, nacional o extranjero, debe tener la seguridad de que no habrá revueltas de la noche a la mañana, que cualquier exceso será regulado por los contrapesos de nuestro sistema político. En esa línea ya tenemos entonces un pilar levantado. (O)