Supuestos ecologistas dirán que es una maldición que el precio del petróleo suba y los países que lo explotan tengan dinero. Incluso pensarán dos veces antes de pronunciarse sobre si es factible continuar explotando con esos precios. Y en Ecuador no faltarán quienes digan que, con esa tarifa, el Gobierno hará campaña electoral, despilfarrará los recursos, entre otros lugares comunes que suelen soltar al viento.
Por estas razones, es imperativo entender qué ocurre con el incremento de los precios: el presupuesto del Estado para 2012 proyecta el precio del barril a 79,70 dólares, una garantía de previsión para cualquier eventualidad.
De acuerdo a los voceros oficiales, y del Presidente de la República, forma parte de la Programación Cuatrianual con la que se definen los ingresos previsibles y los gastos definidos a partir de esa masa monetaria. Y es lamentable que haya quedado en el olvido el hecho de que una buena parte de esos ingresos antes se destinaba al pago de la deuda externa, porque había que “honrarla”.
Pero también es cierto que el incremento del precio del petróleo no es del todo favorable para Ecuador, porque somos un país que importa derivados y también crudo, con un gasto cercano a los cinco mil millones de dólares, hasta que el país cuente con una refinería que satisfaga la demanda interna.
Por ello es saludable y patriótico desterrar de cualquier imaginario o discurso proselitista que con más ingresos tenemos dinero para derrochar.
Lo que sí permite la especulación es la razón por la que se incrementan los precios a nivel mundial. Una vez que Libia dejó de ser un dolor de cabeza para los europeos, ¿será que ahora su petróleo puede ser direccionado y manejado con otros criterios para liberar las trabas e incrementar su producción y elevar los precios? ¿O será que hay una gran demanda de combustible para los próximos meses por el invierno u otros factores? Esto amerita una explicación de los expertos para despejar cualquier duda o tergiversación.