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Evidentemente, la ‘invasión’ de las tecnologías crea problemas y exige regulaciones. El uso del celular en clases tiene sus particularidades y ahora el Ministerio de Educación, bajo el acuerdo 70-14, lo ha normado para los estudiantes a partir del octavo año de básica. Sin embargo, las preguntas van por otro lado: ¿cuánto pesa en la cotidianidad estudiantil estar conectados, de todos los modos posibles? ¿Cómo se entiende el ejercicio del aprendizaje en las aulas, como una simple interacción con el profesor o como un espacio más dinámico y complejo? ¿Hasta dónde un celular desconcentra poderosamente a un alumno por la necesidad de estar conectado? Estos debates, además, involucran cómo debemos entender el saber hoy en medio de tanta tecnología y múltiples ‘necesidades’ cognitivas.