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Hoy rinden el Examen Nacional de Educación Superior 129.814 estudiantes, en todo el país. El objetivo: evaluar y calificar a los alumnos para que ingresen al tercer nivel de estudios. Sin embargo, hay un propósito de fondo: hacer de los estudios una tarea de mayor responsabilidad social y cívica.
Claro que sí. Ya quedó atrás (o por lo menos empezó a quedar atrás) la idea de que estudiar era privilegio de los que tienen plata o palancas. Además, que entrar a la universidad, en la lógica del mercado capitalista, implicaba un gasto y no necesariamente una inversión. Sin descontar en todo esto que ciertas universidades se “desarrollaron” y ampliaron gracias a la “venta” de títulos para lanzar a ese mismo mercado que defienden supuestos profesionales.
De ahí que lo que hoy sucede, no solo como hecho real, sino como un acto simbólico, marca una nueva etapa en la vida del Ecuador, y a la vez constituye un reto.
Ecuador necesita reivindicar el espacio y las políticas públicas desde todos los ámbitos. Y un nervio fundamental de esa reivindicación es la academia, la educación superior y todos los niveles donde los ciudadanos se preparan para su futuro.
Si esto no se quiere ver como un tema de absoluta trascendencia, solo será por la amargura y egoísmo de quienes lucraron de la educación y la colocaron solo como un negocio más o como un simple ingreso a su bolsillo.
Quizá los resultados no se cosechen ahora, pero el país entero recordará que en 2012 empezó otra etapa para sembrar futuro. Y en ese futuro podremos comprobar, además, que perdimos mucho tiempo y varias generaciones tuvieron que someterse a unas lógicas perversas.
Bien por las nuevas generaciones que llegan y disfrutan de un nuevo momento para construir patria, para hacer de la academia un laboratorio social para mejorar la calidad de vida de todo un país.