No hay país en el mundo que no haya recibido el flujo de corrientes migratorias o que sus habitantes, por infinidad de razones, hayan tomado la decisión de migrar hacia otros territorios. Desde que el hombre logró dominar los mares con el invento de los barcos, sumado al afán de conquistas, los flujos migratorios fueron más intensos.

América Latina es testigo de esa dinámica, Ecuador también. Estudios avalados por Naciones Unidas dicen que los migrantes internacionales en el mundo alcanzaron en el año 2000, 175 millones de personas. La proyección es que a mediados del siglo actual esa cifra alcanzará alrededor de 230 millones de personas. Y otro dato: uno de cada siete habitantes del planeta es un migrante.

Nuestro país ha recibido en los últimos años a miles de cubanos, venezolanos, colombianos, peruanos, incluso a estadounidenses en calidad de residentes o que buscan, por diversas razones, quedarse en Ecuador para trabajar, estudiar o emprender alguna actividad económica. Esto significa que recibir todo ese flujo es absolutamente normal en una sociedad globalizada que viaja y que explora. Además, desde la Constitución de 2008 rige la ciudadanía universal, la cual garantiza la libre movilidad humana y nadie puede considerarse ilegal por causa de su estatus migratorio.

Raúl Ledesma, ministro de Trabajo, anunció en una entrevista con Medios Públicos la iniciativa para regularizar el trabajo informal de los extranjeros residentes en Ecuador. “No podemos permitir que el trabajo de los extranjeros sea precarizado ni que se les pague menos que a los ecuatorianos”.

Según el funcionario, los ciudadanos de otros países tienen los mismos derechos y serán defendidos a través de un sistema sencillo para registrar a los migrantes. La idea es que los trabajadores extranjeros reciban el mismo sueldo y los mismos derechos que los nacionales. El trabajo informal donde se detecta mayor discriminación con los extranjeros es el sector de servicios, como restaurantes y bares. (O)