Es un escritor polémico y talentoso. Por algo tiene un premio Nobel y otros tantos de todo tipo, sin descontar los millones de lectores que ha conseguido en su larga y prolífica carrera. Y el poema (en realidad un manifiesto político versificado) publicado el jueves pasado lo prueba: “Lo admito: no sigo callando/porque estoy harto/ de la hipocresía de Occidente”.

El artículo/poema, titulado “Lo que hay que decir”,  se publicó en los diarios de mayor tiraje y visitas web del mundo. Y por eso desató la reacción internacional inmediata. Pero más allá de la polémica y del personaje, lo de fondo está en el eje central de su manifiesto político: el cuestionamiento a la homogénea y hegemónica alianza política de Occidente encabezada por EE.UU. y Alemania, la misma que impone su modelo e intereses al resto del mundo, donde no cabe ningún tipo de disidencia, porque enseguida es “un aislado internacional”, como acá, en Ecuador, repiten algunos acólitos.

Günter Grass dice lo que pocos se atreven: Israel es una potencia nuclear a la cual no se le cuestiona ni indaga nada. Igual habla de Irán, pero ahí es distinto, porque el régimen islámico de ese país está en plena confrontación política con EE.UU. Y por decirlo ya tiene el rechazo de quienes demandan absoluta libertad, siempre y cuando no toquen la de ellos, que parece ser la única que existe, vale, tiene legitimidad y hay que respetar.

Si los poetas tienen que hablar para reemplazar a los políticos, está bien, pero es cierto que en este mundo hay políticos y presidentes que dicen las cosas, pero las grandes agencias de noticias, periódicos y revistas (que ahora publican el poema de Grass) no se hacen eco.

Lo dicho por Grass no es un sentimiento personal. Ahí están los miles de Indignados y Ocuppys, más nuestros líderes sociales latinoamericanos, para probarlo con datos y con propuestas muy claras.