Algunos fieles lectores de este medio de comunicación preguntan con insistencia, por qué es tan importante la defensa de la soberanía y la reivindicación de la libertad, ante intereses y sesgos que polarizan el bienestar de pocos sobre las carencias y necesidades de quienes somos más; no solamente en número, sino también en la suma de iniquidades que, por lo que se ve y se percibe, siempre tuvieron la intencionalidad de satanizar nuestra existencia y predicar la dialéctica de hacernos sentir un mal necesario.

¿Que de dónde sacamos semejante herejía? De la historia y la literatura latinoamericana, que abundan en detalles sobre el sometimiento por la fuerza de la palabra o de las armas de los lacayos recostados a los pies de los líderes de barro.

De ahí que ese bien incuantificable que es la democracia ecuatoriana, nido en el que germina la soberanía, siempre tuvo personalidades fuertes y contestatarias como la de Juan Montalvo, José Peralta y Eloy Alfaro, entre otros insignes ciudadanos, quienes desnaturalizaron el poder despótico de una clase y la barbarie civilizatoria de una ideología encargada de darle sustento.

Esta es la expresión  en la que ya casi nadie cree, porque  un Gobierno legítimo ha tenido las agallas de poner las cosas en orden y demostrar que el miedo reverencial a los voceros cumplió su ciclo.

Entonces viene el bumerán cargado de presuntas violaciones a las libertades, que inexorablemente los golpea, porque los hechos que los condenan están frescos en la conciencia colectiva, y ahora van de vuelta. Los falsos dueños de la verdad siempre fueron arteros y hábiles para engañar al pueblo, y utilizaron a los medios privados de comunicación para defender ese viejo territorio con sus antiguos propietarios, aferrados al extinto poder y  perplejos ante este nuevo país que crece.

El sentimiento de posesión venido a menos y la evidente falta de respeto  los destroza por dentro. Ellos, que no soportaban mezclarse con la plebe, hoy realizan plantoneras porque se les está yendo de las manos el remo que los mantenía a flote, y saben que terminarán solos y recluidos en sus clubes emblemáticos, mirándose incrédulos ante los espejos.