Los políticos tradicionales y las empresas de la información dialogan en una sintonía asombrosa. Y, lastimosamente, a veces, hacen parte de ese coro algunos analistas, académicos y dirigentes de las izquierdas, ahora en la oposición.
Entre todos ellos han torcido los datos de la realidad para llegar a una conclusión que no tiene ni pies ni cabeza: en Ecuador, el actual régimen estaría forjando un modelo alrededor de la existencia de un partido único. ¿Qué pruebas presentan para ello?
Vayamos por partes. Primero: los partidos políticos se suicidaron cuando hicieron de su existencia una carrera al servicio de las empresas privadas, cuando dieron la espalda a los ciudadanos, cuando construyeron modelos y, a través de leyes, beneficiaron al capital financiero y empobrecieron al país. Segundo: el Código de la Democracia, que lo votó también el MPD, por ejemplo, daba respuesta al punto anterior y, por lo mismo, borró el registro de partidos y propuso una reinscripción con normas y reglas claras. Por eso hubo un acuerdo político para partir de cero, pero cuando les toca asumir esas tareas y responsabilidades ya no sirve ningún convenio, y menos las leyes por las que votaron ellos también.
Y finalmente: cuando se lanzan a la campaña electoral, esos partidos que hablan del partido único son los que regresan a las viejas prácticas y sobre la base del dinero buscan “militantes”. Por tanto, fueron ellos los responsables del problema político en el que nos hallamos y son ellos los que tienen que decirle con claridad al país cómo van a devolver la confianza en los partidos, pero sobre todo en la política.
Entonces, esa teoría del partido único es tan fofa y hasta tonta que solo explica la condición ya crónica de los actores políticos y los medios de oposición: toda la culpa es del otro. Y así, mintiendo, creen que la gente les va a creer. Olvidan que -ahora- el olfato de la gente es más agudo.